viernes, 7 de abril de 2017

martes, 18 de agosto de 2009

CRITICA

Última generación y antigua tecnología pesadillesca: esa ambivalencia podría definir crudamente al muy joven Lucas Pertile, cuyos cuadros –técnica mixta sobre papel encerado y algún óleo sobre tela– evocan fauces, mamíferos en pugna, cuernos, ojos, pirámides, templos, arcos, erigiendo densidad donde todo confronta y las partes se miden rabiosamente. Logra flores del bien y el mal en infierno y paraíso a la máxima expresión de color. "Me gusta trabajar con lo oculto, con animales inexplicables, sobrenaturales" dice él, mientras a contrapelo de su biografía académica –ligada a la arquitectura y al diseño–  pulsa la visceralidad ritual  de Altamira, vislumbra el crepúsculo de la caverna alegórica. Desata, sin proponérselo, el despliegue onírico de un Chagall. Providencialmente, su ocultismo tiene carnadura real: en su propia explosión cromática, Lucas sueña un insomnio.


Gabriel Sánchez Sorondo
 
                                                                      


MISTERIO ASOMBRO PRIMITIVO MONSTRUO ACTUAL

por Mario Bocchicchio

En busca de la frescura perdida, me encuentro, agradecido, haciendo una humilde reseña de la obra de Lucas Pertile.
El trabajo de Lucas me remite desde varios puntos de vista a las vísceras, al orígen, a lo primitivo, a eso que el mundo contemporáneo en general parece olvidar, en donde el trabajo en el sentido del oficio parece que entró en la ruleta de las especulaciones capitalistas, donde las obras y artistas en general están más en función de un mercado que las guíe que en un serio, y no por serio solemne, planteo trascendente que permita entablar un diálogo con el espectador de lo mostrado.
Particularmente, la obra de Lucas oscila entre un cúmulo de de-formaciones propias de la naturaleza/hombre, (la obra tiene reminiscencias claras de los simbolistas, Ensor y sus mascaras, Munch, Redon, también está muy fuerte la figura de Goya, los expresionistas y neoexpresionistas, todas calificaciones que sirven para darle marco histórico a la obra y nada más) dualidad, un acercamiento concreto de un visitante asombrado por lo que ve, todo lo que se le presenta adelante es objeto de asombro, ese asombro propio de un niño, real, en el sentido de la frescura en el uso de los materiales, acá no hay evocación intelectual a nada, el rojo es rojo, el azul es azul y así la proliferación de formas, colores, trazos y demás elementos puestos en tensión para formar un mundo por momentos oscuro, por momentos espectral, aniñado, intenso, pero siempre tratando de llevar al espectador, como si se tratara de cartas de tarot, a descifrar el universo que se esconde detrás de las cosas, informando que la necesidad de rituales para devolvernos algo de la humanidad perdida en la velocidad antinatural del mundo contemporaneo es urgente. Esa necesidad desinteresada, libre de poses estúpidas que eluden el bulto enorme que implica mostrar el mundo, se ve de manera clara en la obra de Lucas. La lucha de fuerzas, de fuerzas nobles, entendiendo que la maldad y la bondad son profundos sentidos del hombre a los que uno llama, porque la posibilidad de evocarlos se hace real en estas pinturas. Entendiendo que uno esta tratando con el bien y con el mal, de ahí el profundo entendimiento de Lucas con relación a la lucha de fuerzas, haciendo un esfuerzo por mostrarnos que Babilonia está acá, que nada pudo dividir las aguas tan claramente en el universo y que las especulaciones históricas que atentan contra los sentidos sólo sirven para entendernos desde los actos, pero que el sentido de los actos está en otro lado, no en la historia. En estas obras el misterio que nos muestran las formas y contraformas, el amberso y el reverso y el cúmulo de dualidades puestas en tensión nos llevan lentamente a partir de la literariedad y simbolísmos de la obras a atmósferas sobrenaturales, a sueños deformados de la realidad del mundo, en donde naturaleza y hombre están en lucha y en plena convivencia, donde lucha y comunión entre hombre y naturaleza son una sola cosa, una convivencia propia del mundo contemporáneo (desde donde nos habla Lucas, de ahí la importancia del mensaje), cargado de imágenes alienantes, porque sí, aquí lo que se denuncia es la alienacion del hombre y la pugna del hombre por llevar a la naturaleza, resistente, al pequeño mundo del pequeño hombre que todo cree fagocitar, sin poder disfrutar con tranquilidad de lo que la naturaleza propone. Hay susto en algunas caras, hay una sorpresa hay inocencia en la mirada que nos permite creer, porque la pintura de Lucas posibilita eso, creer, tener Fe, en lo que sea, en la nada, pero Fe al fin. Los textos que aparecen en las obras, volando, muchas veces escondidos, cual tesoro a descifrar, jeroglíficos, anclan las obras a modo de postales regionales, como poniendo de manifiesto el orígen contextual de la inquietud trascendente, postales, dinero, estampitas, mezcladas en el entramado de sentido al que nos llevan las obras. Hay un mundo perdido, hay ansias de recuperarlo, y parte de la búsqueda está en traer desde la oscuridad a la luz ese mundo, las acuarelas y sus transparencias , todo está con todo, todo es parte de un todo, todo junto, capas y capas una arriba de la otra que van transformando miseriosamente gestos, caras, monstruos animales, hombres y demás defomaciones de una mirada que detecta lo alienado y lo sublime, lo real y lo falso, todo junto está en la obra de Lucas, agradecido de que me lo muestre, complacido con el universo circense del cual Lucas parece tomar sus objetos pictóricos, un gran circo de freaks en el que todos nosotros estamos, y la naturaleza mirando, entre espantada y resignada.